martes, 25 de noviembre de 2014

Pesadilla (Recuerdo)

No te lo vas a creer, pero acabo de tener una pesadilla horrible...
Parecía eterna, de las que parecen verdad. De las que parecen recuerdos.

De repente desapareciste y todo se torno gris. Dijiste no se qué de la distancia, que necesitabas dosis de dolor para calmar tu sed de versos, que preferías tener razones por las que sentir. Antes que tenerme a mi y no poder hacerlo.
Yo te escuchaba sin poder decir palabra y me quedaba ahí, con el corazón latiendo en una mano y las ganas de no soltar las tuyas en la otra, pero sentía amarte tanto.. tanto.. que no podía ni siquiera negarte eso: que te marcharas. Debía ser Agosto, era verano, hacía muchísimo calor y yo no podía dejar de temblar. Escuchaba tus palabras sin ser consciente de que serían las últimas, palabras de adiós, de huida. Yo intentaba hacerte razonar, te decía algo de tu piel, algo de que quería tenerla toda mi vida junto a la mía. Te decía algo de tus ojos tristes, que qué haría yo sin ellos.

Pero tu decisión ya estaba tomada.

Y sabiéndolo, solo podía decirte que te cuidaras, que te cuidaras tanto como hubiese querido cuidarte yo. Que te esperaría eternamente, que pararía como fuese el tiempo y volveríamos a darle al play cuando tú quisieras volver a amarme. No te imaginas qué doloroso era todo. Yo tenía un puño en la garganta y el estómago en los dedos, no podía escribirte, ni hablarte sin sonar sin rasgarme el pecho. Te juro que la vida se me fue por las manos, todo parecía moverse tan a cámara lenta.

Luego colgaste, y yo no pude moverme durante lo que me parecieron siglos. Lloré tu primera ausencia como se lloran las últimas y una lágrima inundo mi habitación, y fue el mayor de los diluvios.
Pasaron los días, te escribía, te quería. Pero el drama que pedías necesitaba silencio y entonces mis palabras se volvieron espectáculo para otros, que aplaudían cada vez que por hablarte, tenía que volver a recitarte.

A veces ni siquiera amanecía en mi, otras en cambio me veía entre tus dedos y el sol brillaba como estrella única. Una sola frase tuya hacía de mi infierno un paraíso en donde esperarte en calma.
Todo parecía tan poético, tan patéticamente trágico. Estaba naciendo tanta poesía de nuestro dolor... qué estupidez, no crees? Pero la pesadilla no acababa ahí..

Seguían pasando los días, llegó el Otoño y con él el frío de mi sin ti. Entonces me repetía una y otra vez nuestra promesa, y te amaba, te amaba tanto que era incapaz de no cumplirla. Pero tu ya la habías destrozado en mil pedazos, habías desparramado mi corazón por otras sábanas y te habías camuflado en la vulgaridad del no sentir. Parecías otra persona, te miraba y no lograba verte.

Y de repente, un día, todo se había desvanecido. No sé exactamente cuándo, solo sé que estaba en otra ciudad y tú no estabas conmigo. Te escribí una carta, (....), qué idiota puedo llegar a ser enamorada. Te escribí una carta y fui al lugar donde te conocí: nuestro propio fin del mundo. Te esperé durante horas, no sé exactamente por qué o con qué esperanza, pero te esperaba.

Y tú jamás apareciste.


Así que la dejé ahí, pensando que te pasarías en cualquier momento y la verías, y.. yo que sé, volverías.
Aquella noche fue un desastre, te borré, te sangre y te volví a borrar por miedo a salpicarte con mis miedos, y era irónico, pues estabas ya demasiado lejos para darte cuenta de que seguías siendo parte de las líneas que te escribía. Y aquello se quedó sin título... fue algo así como un adiós, una despedida prematura, un final equivocado de lo que sería el principio de una vida sin ti.

Mi amor, qué pesadilla tan indescriptible.

Era como si estuviese vacía por dentro: me faltaban tus ojos para ver, me faltaban tus labios para hablar, tus pulmones para respirar.

Me faltabas tú para vivir.

Miraba al cielo y pedía que me contarán las estrellas. Así era más fácil. Que alguien más las contara y me dijera el número exacto porque desde donde yo estaba sólo podía verte a ti haciéndole sombra a cualquier constelación.
Me habías robado la ruta a todos los planetas a donde solía huir y me habías dejado sin oxígeno en una atmósfera completamente desconocida.

Ya no estabas tú despeinando mis mañanas, mi pelo largo entre tus manos.

No estabas tú para decirme que las ojeras son la huella que dejan los sueños en los que se besa mucho. 



Entonces desperté, y que suerte tengo ahora sin ti.




PD. Deja de escribirme comentarios por favor. 

Ésta es la última vez que te recuerdo el infierno por el que me hiciste pasar. 

En realidad no quieres mi corazón, solamente te gusta saber que puedes seguir siendo el único que puede romperlo. 

2 comentarios:

  1. conforme iba leyendo se me iban encharcando más los ojos y se me hacía una bola en el estómago. ¿Cómo demonios puedes expresar tanto con unas cuantas palabras?

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  2. Nunca pensé en leer algo que me doliese tanto.

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