miércoles, 29 de octubre de 2014

Pero él.

El amor es ése pájaro que crees tener en mano mientras ciento-uno volando te miran y nunca acaban de irse.
Emigran en cada locura; no abarcan la tristeza que habita en las manos de un poeta que no besa cada verso como cada herida hecha poema que no cicatriza si no evoca una caricia.


Pero él.
Él puede serlo todo sin llegar nunca a no poder no ser nada.


Es la mirada perdida de la luna, y el deseo de media noche. La sonrisa de la muerte y la belleza oculta de la vida. El punto, la página y el libro. El momento y los cinco minutos más.
El abrazo de un 'quédate'  y el de 'vuelve'.
La ventana abierta cuando se cierra cada puerta; el alimento del suicida y sus ganas de ser.


Qué entenderá el mar de naufragio, si yo me he perdido en su mirada y ni siquiera es azul;
si no conozco más trayecto  que no sea la carretera de su cuerpo con mis manos de turismo cultural.
Si mi cuello ya no quiere conocer más lenguas y no hablo de analfabetismo, hablo de lo que llevaba media vida sin buscar, y que llegando, le ha dado verso a mil amaneceres  mientras le damos la espalda para mirarnos  y poder  seguir  respirando.

Él es poesía, poeta, verso, tinta, musa. Inspiración, noche, música. Valor, sentido, libertad, maldita dulzura.
Suerte. Vida.

No pretendan que me crea que es real y que me mira a mi como nunca antes me había mirado nadie;
porque puedo empezar a despertar y no querer ser si no es colgando desde sus enredos.

Y que sigo aquí, buscándole coherencia a esto para decirte que, de alguna manera, desde que estás tú, cualquier poema tiene acento de sal.

jueves, 23 de octubre de 2014

¿Sabes por qué nunca me enamoraría de ti?

Supongo que tienes razón con eso que dices de mi mirada vacía, que cuando sonrío, siempre escondo una lágrima en la comisura. Supongo que cuando me llamas por mi nombre sólo esperas que me gire, y por eso casi nunca lo haces, porque tienes miedo a que te deje de mirar. Supongo que sabes que cuando miro al vacío -como dices- yo siempre miro al infinito -como digo- contigo, por eso supongo que tienes razón, porque cuando me abrazas, me agarras las manos, te las llevas a la cara y cierras los ojos mientras te olvidas en mis palmas, pienso que la vida ha de ser eso que haces por las mañanas, cuando bostezas, y quiero ser un león para quedarme entre tus dientes, y entonces ahí, sigues teniendo razón, y supongo que es eso todo lo que a mí me sobra.


Me parecería injusto que algo tan miserable como el amor me quite el lujo de poder vivirte un viernes por la noche de fiesta, un domingo de resaca o un lunes de mierda. Por eso nunca me enamoraría de ti, porque prefiero ser ésa que te busca para olvidarnos de todo como si tuviéramos quince años y lo sueños recién incumplidos, a ser aquella que practica la tristeza del acto de hacer promesas, bañarte en clichés y jurarte un amor eternamente efímero. Nunca me enamoraría de ti porque detesto el compromiso, odio las explicaciones y creo que lo guapo que estás cuando despiertas sin haberte visto nunca bostezar, te lo debe decir alguien que sin razón y con la venda en la mano, te haga sentir culpable de haberse diagnosticado amor como enfermedad. Sinceramente, no quiero verte enfermar por mi culpa, quiero abrigarte de la pandemia que sufre el universo.


Nunca me enamoraría de ti, nunca lo haría porque prefiero ser el mundo donde te cobijas al país de donde huyes. Prefiero ser cómplice a asesino. Mano que aprieta a mano que ahoga. Prefiero mirarte de cerca cuando lloras: los ojos tristes de un chico son las ventanas que encierran el invierno y quiero ser yo la que mire cuando prohibes el paso al resto.

Nunca caería en el descuido porque si puedo tomar la decisión de no hacerlo, sé que sería un completo error amarnos sólo por un tiempo. De verdad, no lo haría nunca porque entre amarte un rato o quererte siempre sería un disparate vivirte a veces, porque pienso que realmente has nacido para comerte el mundo y quiero ser yo a quien le cuentes que hoy el mundo no se ha dejado morder.

Sé que me vas a perdonar que no me enamore de ti porque tú ni siquiera sabes que existo, pero sólo quiero darte el placer de que respondas con un apoteósico: "lo sé".

A ti te quiero para toda la vida,
por eso nunca me enamoraría de ti.

-Lo sé.

Ya he vuelto a mí, vuelvo a tener veintidós.









Cuando tú vas, yo vuelvo a por ti.

lunes, 13 de octubre de 2014

Estoy perdida, sin encontrar(te)

Tengo una apatía instalada en el pecho, un precipicio repleto de mariposas suicidas, en términos naturales, en términos de tu sonrisa, un vacío. El día me planifica las horas, lleno mi tiempo de responsabilidades, de proyectos, de trabajos, de rutina, pero en ningún renglón está escrito el escucharme. No me oigo desde hace cientos de verbos, y me siento a hablarme. Pero no me llego. Estoy demasiado lejos de todo aquello en lo que creo.

Vivir por inercia no es vivir, es vivir por el simple hecho de estar vivos. No quiero esa vida. A veces recuerdo a Pizarnik, otras me acuerdo de ti.

Pienso en leer, agarro libros y no hay ni un solo título que se lleve a mis ojos de paseo por cualquier historia, cualquier escenario de amor o desamor, una frase que hable de mi ciudad favorita, que exprese el tiempo que hace o de hace cuanto tiempo que no me contemplo en un espejo. (A veces creo que dejarse llevar es tan simple como permitir que te tomen de la mano, asumiendo la pérdida, el descuelgue del corazón, hablando en yemas, cuando decide acariciar otra boca que no es la tuya.)


Perdona, siento si me pierdo, pero es que no me encuentro.

Toco paginas, hojeo capítulos y lo vuelvo a colocar en el sitio donde mejor pude estar, sin mi. Tengo tiempo para mi yo de mañana, pero ahora no puedo hablarme, es más importante aquello que no existe: el futuro. Mis manos rellenan papeles de formulas, de conceptos que algún día tendré que recordar para llamar la atención de alguien que reclama unas capacidades que hoy alimento a base de lo de siempre, tiempo, y constancia, pero nadie va a venir hoy a hablarme sobre las calles, o el frío, o algo tan insignificante como la vida.


Nadie tiene tiempo para preguntarse hoy porque mañana tiene algo muy importante que hacer.

sábado, 11 de octubre de 2014

A medias.

Déjame quererte a medias, odiarte un poco. Que a mí me encanta tu sonrisa pero no me vuelve loca. Y oye, así es perfecto. Tú y yo no necesitamos coartada. Bien sabes que mi corazón pierde sangre con cada latido y bien sabes que no es por ti. También yo sé en quién piensan tus labios, o al menos sé que no es en mí. Y qué más podemos pedir si somos cicatrices sin puntos de sutura.
Qué suerte dar contigo, qué bien saben mis heridas en tu lengua. Tu saliva me anestesia. Dime, ¿cómo se llama ella? ¿cómo te dejó escapar? No, espera. Mejor no me lo digas. Bésame primero y luego, te lo vuelvo a preguntar.
Mientras, seamos la mitad de un cuarto de nuestras vidas, seamos un poquito de lo tanto que nos queda. Finjamos un par de minutos al día que nos queremos a medias, o al menos, que no queremos a otros labios. Solos tú y yo, ¿te imaginas?
Cuánto amor sin utilizar, qué pena, qué lástima. Cuántos besos y caricias y piel sin probar. Yo te cedo mis lunares, tú procura no perderlos. Cédeme tú a mi tus ojos, o al menos esa forma que tienen de mirarme a veces, cuando el pelo se me alborota y te recuerdo a ella. Es muy dulce y trágico y casi ácido todo esto, pero no sabes lo adictivo que también resulta. Qué mezcla de sabores, qué éxtasis gustativo.
Si te fijas, somos la historia de amor perfecta. Pero sin amor. A mí me vuelven loca tus manías y a ti te pierde ese punto triste que dices que tienen mis ojos. 

Anoche le estuve dando vueltas, ya sabes, a esto que parece que somos sin serlo. Es curioso, inquietante incluso. No todo mundo sería capaz de comprenderlo, qué pensarían si lo supieran. Dirían que nos conformamos mutuamente, que somos pura simbiosis, que alguno puede salir herido, que no es sano. Dirían que somos las migajas de dos historias, como esas películas que se cortan a mitad y luego te toca a ti imaginarte el resto.

No tienen ni idea, pobres. Tampoco les culpo, no es fácil de explicar. Tú y yo somos en realidad pura poesía, puro drama me atrevería a decir. Somos parte de un naufragio, tú me salvas a mí y yo a ti. Nos damos bocanadas de aire. Somos todo lo que podríamos ser, nos damos sin pedir a cambio todo cuanto podemos darnos. Yo te regalo el silencio justo para pensar en ella y tú me das a mí mis ratos para soñar también. Pero solo ratos, el tiempo justo.

Luego tú me preguntas en qué estaba pensando y yo te miro y te digo que deberías haber dicho “en quién”. Tú te acercas y me regalas tu sonrisa más tierna y me miras como se mira a una niña que se acaba de caer y no quiere llorar delante de los otros niños. Me das un beso y me acaricias la cara y me preguntas si ya se me ha pasado. Yo te digo que si pero que necesito otro. Tú me lo das y yo te sigo pidiendo más. En realidad sabes que por muchos que me des nunca se me pasa del todo, pero me pides que te mienta y yo te engaño sin pensarlo.


Luego eres tú quien se ausenta  yo te escribo el camino de vuelta hasta mi ojos. Y tú lo encuentras, aunque a veces tardes en mirarme a mí sin pensar en ella. Pero siempre acabas mirándome. Siempre acabamos encontrándonos.


Nos curamos, nos desinfectamos de esta vida perra. Nos besamos en la frente cuando algo va mal, y en el resto del cuerpo cuando todo va mejor. Y qué labios. Qué ojos. Qué forma de mover la lengua. Qué manera de cicatrizar más dulce. Sin mentiras, con las cartas en la mesa.

Porque la mitad de dos besos acaba formando un beso entero y yo sé que nos medio besamos, nos medio sentimos, a veces nos medio queremos y a veces, incluso,



...un poco más.

lunes, 6 de octubre de 2014

Corazón o coraza

Cierro los ojos y pienso que poca gente se fija en alguien que nunca sabe si quiere quedarse o irse.
Las agujas del reloj no paran mi recorrido hacia ninguna parte, mientras siento que por dentro cada vez me queda menos tiempo para recuperarme a mi misma.

No sé en qué momento comencé a perderme, ni dónde habré ido a parar eso que era y que cada vez me cuesta más recordar.
Supongo que hay heridas que no sólo dejan cicatrices.

Y cuando empiezo a creer que ‘quizá, esta vez sí’,
la vida comienza a huir en sentido inverso,


y vuelve a ser coraza
lo que antes
era corazón.

"Invencible"

¿Te has parado a pensar alguna vez lo extraño que resulta compartir cosas con alguien que hasta hace un mes ni siquiera conocías? Siempre me ha sorprendido la capacidad del tiempo-espacio de hacer coincidir a gente que a lo mejor nunca se hubiera encontrado. Un gran desperdicio. Es como esas veces que vas por la calle y alguien te sonríe, y tú te quedas con cara de tonta preguntándote si será a ti, si de verdad habrá visto algo en tu forma de caminar o de mirar que le haya llevado a sonreírte. Especialmente a ti. ¿Por qué? Nunca lo he comprendido. O como lo del camión; ¿nunca te ha pasado lo de ir en el camión e imaginarte una historia con la persona que tienes delante? Qué absurda pérdida de tiempo, pero qué bonito es imaginar cosas que nunca duelen.

Mírame, otra vez lo he vuelto a hacer. Otra vez estoy dando un rodeo a lo que quiero decir porque es tan difícil explicarlo que me atrapa el miedo antes de que pueda abrir la boca. Con el tiempo he aprendido a no saber hablar de mí y de lo que quiero o pienso, supongo que es una forma de protegerme aunque no sepa de qué. Lo de aprender a veces es una mierda, ¿no te parece?

“Para que te conozca tienes que dejarte conocer, Miranda”. Claro, como si no lo supiera. Como si no me hubieran repetido nunca esa frase en los últimos años. Como si no se la dijera todos los días al espejo, en silencio, mientras cierro los ojos para no verme por dentro.

¿Sabes? No es fácil dejar de temblar cuando tienes tanto miedo que incluso lo confundes con el frío, o con el pánico de darte la mano y que me la sueltes.
Tú pidiéndome que no tenga miedo y yo cayendo en su espiral una y otra vez, tanto que hay días que no me deja ni respirar.

Y yo creyéndome invencible.

Hasta que
llegaste
tú.

sábado, 4 de octubre de 2014

Di nunca

Recuerdo la última vez que volví a mirar a la primera vez.
Era nuestra quinta despedida definitiva. Yo no dejaba de contar los días que hacía que no le veía hasta que le volvía a ver, entonces volvía a empezar. Nunca me salían las cuentas, nunca salía de mi cabeza.


Fueron dos años y medio de destrucción masiva, él era una mina antipersonas y yo vaciaba el plomo de mis pies en su cuerpo.


Nos queríamos a matar.




Quinientas sesenta y siete noches después me dejó entre dos paredes mentales. Una hacia el vacío y otra hacia la soledad de sus ojos.

Era capaz de perder la noción del tiempo en ese parque de atracciones, era viable la vida a su lado hasta que sacamos nuestras armas y enterró su hacha de guerra en mi espalda.

Me mató.


Ni siquiera sabía por qué, pero así lo hizo. Consiguió abrirme en canal, engancharme, logró mi dependencia emocional, le denuncié por allanamiento hacia una enamorada, firmé la orden de alejamiento pero con una condición, que no se fuera nunca.

Y así fue.
Así se fue.


Aún recuerdo el libro que quería escribir sobre él en una playa, empecé por el final y nunca terminé de empezarlo.


Aún me acuerdo de él, por supuesto, pero jamás volvería a su lado.




Jamás volvería a vivir su pérdida.

Recordar es olvidar por voluntad.

Tengo miedo de olvidarte.  Creo que no sabría qué hacer  sin alguien a quien recordar siempre,  por eso te llevo conmigo aunque no sientas que te mueves.


Qué mal se me da echar de menos por echar de más.

A veces creo que quiero encontrarme contigo sólo para olvidarme de ti,  pero qué haría yo sin recordarte, qué haría tu recuerdo sin mí.
No. No hace falta que sigas diciendo nada. De verdad.
Ya no distingo la mentira de la realidad.  He de decirte que en silencio no es como mejor me callas,
pero me vas a perdonar, porque voy a escribirte siempre.

Voy a reinventarte, voy a abrirte y a meterme dentro de tu caja torácica para que cada vez que quieran hacerte sonar, me toques.

Voy a pintar las paredes de tu estómago  con tiburones blancos merodeando  por mi tristeza y voy a sentarme en tu corazón mientras juego con la sal a no salir nunca de tus pulmones para que cada vez que inspires se te llene el pecho con mi nombre.


Voy a contemplar cómo cicatrizan las heridas, voy a quedarme dentro porque fuera no he encontrado otra manera de llegar a-marte.


Voy a evitar ahogarme en cada  subida de maneras porque acabo de recordar que siempre me esperabas abajo. 

Voy a perderme porque en el fondo quiero encontrarte.



Ojalá encontrarme antes  de que vuelvas y me pierda.