Prometí no volver a reconocerme en palabras,
y lo último que he acabado comprendiendo
es que las únicas promesas que rompo
son las que hago conmigo misma;
lo penúltimo,
que la verdadera felicidad es la que se siente por otros
pero nace en el propio estómago;
lo antepenúltimo,
que sé que no podría ser taxista porque todos los caminos
acabarían en tu casa: y todo sin hablar de Roma
y mucho menos del amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario