domingo, 19 de abril de 2015

Lista de pendientes.

Poner entre la espada y la pared a la indiferencia, tomar a la ignorancia por los pies y hacer que piense sin la cabeza, zarandear a los lunes, poner a prueba a los martes, acostarme antes, levantarme siempre, hacer que el tiempo pierda su noción, regalarle un boleto, pensar en su vuelta, contemplar el techo con los mismos ojos de mirar al cielo, llorar lo mismo, reír en Fa, quedarme en ti, pensar en Mi, entender la vida como un principio cada día, abrazar a destiempo, besar al amor, comprender el verde, sin renegar del azul, olvidarte un rato, pensarte a plazos, temer los domingos, esperarte en Sol.
Esto no es más que una lista de cosas que tengo pendientes, y acabo de recordarte:
desde que te conocí, supe que podía llegar a-marte.

jueves, 9 de abril de 2015

Éramos demasiado jóvenes.

¿Qué podía pasar que me fuera a perder si todo pasaba a través del reflejo de sus ojos?

Éramos eso, vida, y todo podía ser, todo sabía estar. Éramos luz, cantábamos en el carro canciones de un argentino. Éramos lo que quisimos, y jóvenes, con el mundo bajo nuestros pies. Nos reíamos de todo, jugábamos cada noche a despertar al vecino, nos gustaba el cine, el teatro, los acústicos en sitios recónditos de la ciudad, odiábamos el tequila, pero a veces brindábamos con un caballito y siempre por nosotros, por lo jóvenes que éramos, que fuimos, "por ti, por tu risa y por tu pelo"; no nos gustaba el whisky, precisamente porque éramos jóvenes y sabíamos que al paladar se le doma, como a la vida en 86.400 segundos, teníamos tiempo, todo el que corría por su reloj nuevo.


Éramos eso, jóvenes, vida, y precisamente por eso nos vivimos, y precisamente por eso, dejamos de hacerlo. Fuimos, en abril de 2007, éramos, además de jóvenes, nosotros.

Ahora él está ahí afuera, viviendo en una ciudad cualquiera, quizá se encuentre en este mismo segundo visitando uno de esos sitios recónditos en los que tanto nos gustaba estar.
Ahora yo estoy aquí, dentro, en 2015, sigo en abril, donde todavía somos, donde todavía no he escuchado un adiós. Aquí soy joven y sigo brindando por ti, por tu risa y por tu pelo. Todavía no me gusta el tequila, pero si quieres, te invito a un wisky, o escuchamos a Andrés y me doy la vuelta cuando te llame mi vida. Si quieres tomamos el mismo autobús, y recordamos el 15 de febrero, si quieres salgo de aquí y volvemos a ser jóvenes o vida, mi luz. Si quieres, me dejo morir hasta que vuelvas. O me quedo aquí, como prefieras. Avísame cuando estés en el carro, como cuando éramos jóvenes, y nos creímos inmortales ante el futuro. Donde fuimos infinitos.

Te espero en nuestra ciudad, no me faltes.

Abril de 2016.

martes, 7 de abril de 2015

Ojalá supiera irme sin más. Pedirte, por ejemplo, que me olvides. Aunque nunca del todo. O que te quedes, y sueñes tú conmigo.

Hoy es una de esas noches en las que tu cabeza le da por pensar. Pensar en el presente, un poco en el futuro pero sobretodo en el pasado. Especialmente en el "que hubiese pasado si...". ¿Qué hubiese pasado si las decisiones tomadas hubieran tenido otro color? ¿Qué hubiese sido de ti y de mí si hubiéramos sido más maduros? ¿Qué sería de mí sin haberte conocido? ¿Qué será de mí mañana cuando despierte? Pero sobretodo, ¿qué será de ti ahora que ya no sé nada?
Los sentimientos al igual que las personas vienen y van, y por mucho que quieras, no puedes remediarlo la mayoría de ellas. La vida te lo quita tan pronto como tarde te lo da, y es así, hay que aprender a convivir con ello. La vida es comprender que todo dura unos determinados segundos y que lo que tienes hoy será diferente mañana, y lo de mañana totalmente distinto a lo de pasado mañana y así todos los días de tu vida. Y si dejas algo para mañana debes asumir que no lo harás, no podrás, hacerlo de la misma manera que lo quieres hacer hoy, porque todo cambia. Al llegar la medianoche el mundo cambia y tú con él, con la luna desaparece todo lo que sentías durante el día y por la noche sufre un proceso de mutación, una transformación que repercutirá en las acciones que decidas tomar mañana. Es por eso que por la noche es cuando solemos cometer los mayores errores, pero también las mayores locuras. La noche es mágica y puedo afirmarlo, en ese proceso de transformación es el único momento donde podemos dejarnos llevar, refugiándonos en la oscuridad como si nadie ni nada pudiese vernos o hacernos cambiar, que lo pase esa noche sólo tendrá como testigos ese cielo frío y con destellos de luz. Un pacto de confidencialidad, irrompible, un tiempo dónde sólo tú tomas las decisiones, ebrio o sobrio, pero tú.
Y eso me pasó contigo. Esa noche fuiste mi mayor error, lo que no sabía es que acabarías siendo protagonista de cada uno de los segundos del día, haciéndome que todo me recuerde a ti, por haberme dejado con el sabor en la boca de un poquito más, de no haber tenido el final que nos merecíamos, de no haber sabido retenerte conmigo, de haber dejado que te marchases. No sé si algún día podré hacerme a la idea que te fuiste para no volver. Pero hasta entonces, perdóname si cada vez que te veo se me pone un nudo en la garganta y no puedo dejar de repetirme una y otra vez tu nombre. Perdóname si me sale esa sonrisa, pero es que contigo siempre fue inevitable. Sólo tú sabías y sabes qué botón tenías que tocar para hacerme feliz, incluso cuando no querías. Sólo tú sabrás cuidarme de esa forma, nadie luchará como tú lo hiciste, nadie podrá quitarme tanto... porque tú te llevaste todo contigo.
Pero es así, las cosas cambian, y después de tanto, tanto, tanto tiempo yo sigo aquí escribiéndote, torturándome con tu recuerdo imborrable, intentando asumir lo que debería haber asumido hace tiempo, no estás ni estarás. Y sólo espero que en un futuro se nos conceda una noche para tener el final de un principio que nunca pudimos tener...