lunes, 16 de junio de 2014

He dejado a medias el texto donde se emancipaban mis miedos.

Ya ves, se me da mejor hablar de ti, que no convives conmigo pero vives en mi, que de ellos que viven conmigo desde que convivo en mi.

Y es que desde que te conozco me ha invadido la osadía de llamar a mis letras poesía. Porque no he encontrado otra manera de tenerte que no sea comiéndote a "bersos"

Pero yo, aún no conociendo un todo de ti, sé que la poesía se compone del ritmo de tu risa, haciendo bailar mis arritmias.
De las eses finales que patinan en tus labios cuando terminas frases en cualquier plural que nos incluya a nosotros.

Yo te invento y te pierdo, te hago y deshago como un personaje de un libro cualquiera. Te dejo encima de una cita cualquiera como si realmente existieran comillas, a dos centímetros de la tercera linea que consigan abarcar tus sentidos.

Y todo eso me da fuerza de que subas y te instales en mi cabeza, que me drogues, me anestesies, me adormezcas, me crees sentimientos minuciosamente olvidados.
-Cuidadosamente desarmados-

Tú me descompones, me compones.

Mientras el defecto de mis dosis hace efecto

-Te me haces, me deshaces.-


Me dedico a pensar qué pasaría si me decido a huir ahora.
-Ahora que luego nunca es siempre-
Que estamos a tiempo de perdernos porque aún no (nos) hemos ganado.
Que puede que esta noche hayan vuelto a ganar las ganas, pero que sepas que estoy a-co-rra-la-da.

Como si lo más urgente que no me sucediera fueras tú.
Como si a ti te pudiera llamar amor.
Como si tuvieras idea de lo mucho que odio las redundancias.
Como si las odiara, como si te tuviera, como si no tuviera miedo.


Como si me diera en algún momento por dejar de pensar que puedes ser tú.
Que cabes en el hueco p-e-r-f-e-c-t-o de mi compañero de vida.

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