sábado, 4 de octubre de 2014

Di nunca

Recuerdo la última vez que volví a mirar a la primera vez.
Era nuestra quinta despedida definitiva. Yo no dejaba de contar los días que hacía que no le veía hasta que le volvía a ver, entonces volvía a empezar. Nunca me salían las cuentas, nunca salía de mi cabeza.


Fueron dos años y medio de destrucción masiva, él era una mina antipersonas y yo vaciaba el plomo de mis pies en su cuerpo.


Nos queríamos a matar.




Quinientas sesenta y siete noches después me dejó entre dos paredes mentales. Una hacia el vacío y otra hacia la soledad de sus ojos.

Era capaz de perder la noción del tiempo en ese parque de atracciones, era viable la vida a su lado hasta que sacamos nuestras armas y enterró su hacha de guerra en mi espalda.

Me mató.


Ni siquiera sabía por qué, pero así lo hizo. Consiguió abrirme en canal, engancharme, logró mi dependencia emocional, le denuncié por allanamiento hacia una enamorada, firmé la orden de alejamiento pero con una condición, que no se fuera nunca.

Y así fue.
Así se fue.


Aún recuerdo el libro que quería escribir sobre él en una playa, empecé por el final y nunca terminé de empezarlo.


Aún me acuerdo de él, por supuesto, pero jamás volvería a su lado.




Jamás volvería a vivir su pérdida.

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