martes, 22 de abril de 2014

Al futuro.

Hoy tengo ganas de escribirle al futuro, de leer esto un día y enterarme de lo que pasaba conmigo en esta época, me contaré que la moda era ser poeta, vestir desaliñado (cuanto más mejor), salir a un bar cualquier noche y encontrarte estereotipos de prototipos estereotipados. La moda era tomar un lápiz y un papel y tachar el nombre de alguien que nunca más iba a volver, enredar su pelo en versos recién salidos del cuento que te cuentan cuando les preguntas sobre qué les mantiene tan vivos si están tan solos. La moda era rodear preguntas y hablar de todo retóricamente para que no te pregunten de algo que no tienes ni idea, ir a fiestas en las que había de todo y buscar alguna cara desconocidamente conocida para mirarla de reojo y sonreír a escondidas.

Rara vez el ser humano está conforme, por eso es mejor no hablar de su existencia.

Pero también hablaré de la realidad, diré que en mi tiempo la tecnología nos tenía absortos y dábamos la espalda a la verdadera vida hasta que le tuve a él. También hablaré de que los verdaderos poetas no ahogan sus penas, se nutren de ellas.

Nombraré la obsesión que tenía de compartir mi vida a través de fotos con personas que jamás vería, y las acompañaba con pies que daban a entender lo feliz que era, como dejando caer que también sabía fingir tan bien como ellos.

La mejor manera de levantarte de un golpe es tener ganas de recibir otro. Y otro, y otro, y otro, y entender que la vida es un dar y recibir por todos lados. Dar la mano, dar un beso, un abrazo, dar un vuelco a un corazón, dar el tiempo, dar amor sin promesas, darte a ti y seguir sintiéndote plena. Diré que no hay mayor libertad que la de amar en silencio. Hablaré de la vida en sus cinco sentidos, de lo importante que es estudiar por gusto y no por obligación, de que los tontos siempre tienen suerte y de que muchas veces nos gustaría ser un poco más tontos. Hablaré del miedo, de la pérdida, de la ausencia, de la familia y de los amigos.

Diré que conocerle fue una moda, Pasajera. De primera clase. Que cuando terminamos, no nos hizo falta el avión para seguir volando.

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