sábado, 31 de enero de 2015

Soledad

En las noches de invierno, que sin permiso montas siniestras fiestas en mi interior
con tu llegada.

Lo siento, soledad, ha llegado la primavera, debes irte,
las rosas han vuelto a florecer con la llegada de su sonrisa alterando mis sentidos.

Tú que creías ser mi musa,
inspirándome en el gris de tus ojos,
no,
no lo eres,
porque hasta desconociéndola,
mi razón
siempre fue el sonido de su risa.

Es mi querer suicida
el que me lanzó a ti,
igual que el vacío a la pena,
cómo la inercia o lo incontrolable,
sin quererlo,
así cómo la vida olvidándose de mi muerte
al oírte reír.

Déjame escribirte,
ahora que existes,
un 'te quiero' en las vías del tren,
tan vulnerable cómo yo,
que aun y existiendo
te echo de menos.

Fuiste el grito que se me quedó mudo,
el susurro que todo el mundo pudo oír.
Las ganas que no perdí.
El proceso de adaptación a mi vida, inadaptada.
La vida de mi muerte.
El rubor de mis ojos.

Abrí la ventana para dejarte ir y no hacías más que volver,
pero la parte izquierda de mi cama seguía vacía cada noche.
Eras cómo el frío aire de diciembre, cálido.
Cómo el tímido gigante,
cómo esta valiente cobardía que me hace permanecer en pié después de haber caído.
Cómo el abismo de sentir tener los versos en tu ausencia,
igual que los besos, que nunca fueron míos.


Perdida en tu inexistencia.

Quiero escribirte pero una parte de mi me grita que no. No lo hagas.
Quise decirte 'te quiero' a los cuatro vientos, susurrarte lo que no debía tan sólo por sentir el placer de ver cómo tu piel se erizaba.
Amarte hasta perder la razón, hasta no diferenciar tu boca y mi vida. Lo hice.

Encontrar mi nueva vida ahora que lo he perdido todo, es lo que necesito.
No queda nada de la persona que fui y la que seré aun no existe.



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