viernes, 16 de enero de 2015

Hasta las cosas que no tengo

Supe a ciencia cierta que estaba enamorada de timientras conducías por la A-92;
no te lo dije, yo soy la de los “te quieros” a destiempo y sólo espero que no llegue el día en que dejes de disculparme por ello.
Soy la que ha perdido la fe mil veces y que, como suele pasar con todo, volvió a aparecer justo cuando dejé de buscarla, cuando nos encontramos. Cuando aparece, el amor es esa certeza que dura un momento y aun así no termina de desvanecerse

No voy a andarme con rodeos, eres un simulador de vida perfecta y yo soy una indigente emocional con miedo a la riqueza. Soy de las que piensa que en el mundo algo falla cuando las personas soportamos mejor el dolor que las cosquillas, aunque las tuyas no las cambiaría por nada.
Soy catastrofista, llamo cementerio a un jardín de flores muertas desde que se me murió un cactus y lo comparé con el amor de mi vida.
Que no sé mucho sobre mí, pero hablo en pasado, presente y futuro cuando digo que las cosas importantes siempre las digo llorando, riendo o sin querer.

Lo que quería decir en realidad es que quiero que discutamos, que nos hagamos polvo a palabras y que luego no sepamos desatarnos las manos ni la boca; que nos quiero vulnerables y típicos desde fuera, y fuertes y anormales desde dentro; que quiero conocerte sucio y desde el suelo porque convertirte en utopía sólo logrará hacer que me canse. Porque es por eso por lo que el amor no funciona en este mundo: lo hemos matado a utopías.

Que sólo quiero perderme en cada uno de los matices que conjugan tus ojos y quiero, sobre todo, que sepas que me enamoré de ti porque eres capaz de hacer lo que otros no son capaces de decir.

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