jueves, 9 de abril de 2015

Éramos demasiado jóvenes.

¿Qué podía pasar que me fuera a perder si todo pasaba a través del reflejo de sus ojos?

Éramos eso, vida, y todo podía ser, todo sabía estar. Éramos luz, cantábamos en el carro canciones de un argentino. Éramos lo que quisimos, y jóvenes, con el mundo bajo nuestros pies. Nos reíamos de todo, jugábamos cada noche a despertar al vecino, nos gustaba el cine, el teatro, los acústicos en sitios recónditos de la ciudad, odiábamos el tequila, pero a veces brindábamos con un caballito y siempre por nosotros, por lo jóvenes que éramos, que fuimos, "por ti, por tu risa y por tu pelo"; no nos gustaba el whisky, precisamente porque éramos jóvenes y sabíamos que al paladar se le doma, como a la vida en 86.400 segundos, teníamos tiempo, todo el que corría por su reloj nuevo.


Éramos eso, jóvenes, vida, y precisamente por eso nos vivimos, y precisamente por eso, dejamos de hacerlo. Fuimos, en abril de 2007, éramos, además de jóvenes, nosotros.

Ahora él está ahí afuera, viviendo en una ciudad cualquiera, quizá se encuentre en este mismo segundo visitando uno de esos sitios recónditos en los que tanto nos gustaba estar.
Ahora yo estoy aquí, dentro, en 2015, sigo en abril, donde todavía somos, donde todavía no he escuchado un adiós. Aquí soy joven y sigo brindando por ti, por tu risa y por tu pelo. Todavía no me gusta el tequila, pero si quieres, te invito a un wisky, o escuchamos a Andrés y me doy la vuelta cuando te llame mi vida. Si quieres tomamos el mismo autobús, y recordamos el 15 de febrero, si quieres salgo de aquí y volvemos a ser jóvenes o vida, mi luz. Si quieres, me dejo morir hasta que vuelvas. O me quedo aquí, como prefieras. Avísame cuando estés en el carro, como cuando éramos jóvenes, y nos creímos inmortales ante el futuro. Donde fuimos infinitos.

Te espero en nuestra ciudad, no me faltes.

Abril de 2016.

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